Así, los fabricantes continuarán vendiendo sus equipos con Windows XP, aunque esta opción tiene algunos matices. Los ordenadores vendrán con el actual Windows Vista instalado de serie. Pero también incluirán un disco que contiene la versión anterior. De este modo el cliente puede acogerse a la opción de “retroceso” permitida por Microsoft para retroceder a Windows XP, una opción que aprovecha el 35% de los usuarios. Y que, si bien les permite cambiar legalmente Vista por XP, no les deja disponer de ambos simultáneamente. En caso de que pretendan comercializar ordenadores con Windows XP ya instalado, sólo podrán hacerlo hasta el 31 de enero.
Steve Ballmer, actual presidente de la compañía en ausencia de Bill Gates, aún no sabe como capear el temporal. Cuando se le pregunta acerca de si las empresas deberían pasarse a Vista o esperar al próximo Windows 7, Ballmer responde con ambigüedad: “mi intención no es alentaros a hacerlo inmediatamente. Por supuesto, nos encantaría que lo hiciérais inmediatamente. Mi verdadero consejo es hacerlo en el ritmo natural del ciclo de actualicación de tu PC”. Una propuesta poco convincente si realmente se quiere frenar el miedo al cambio de sistema.
Y todo esto viene justo después de el plan iniciado por Microsoft para lavar la imagen de su denostado Windows Vista. Primero, aplicándose una cura de humildad al reconocer sus errores. Más tarde, invirtiendo una fortuna en una campaña publicitaria con la estrella de la comedia Jerry Seinfeld como invitado. Se entiende que no escatimen en gastos, porque debe ser complicado sacar un producto adelante cuando tu máximo competidor es, precisamente, otro producto de la misma compañía que los usuarios se niegan a abandonar.
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